La pista hacia Negele es una sucesión de agujeros. No se puede pasar de 30 kilómetros/ hora, lo que nos impedirá llegar hoy a Negele. Además, los chinos están trabajando en este tramo para asfaltar, lo que dificulta aún más nuestra marcha.

La ruta se interna en un bosque de montaña alpino en el que la deforestación va haciendo mella. De algún sitio tienen que salir los millones de troncos de madera con los que hacen los andamios de las edificaciones o las casas en el medio rural.

La gente, aun existiendo una riqueza de ganadería, pastos o cultivos, es extremadamente  pobre. Realmente tiene que vivir de este modo la gran parte de la población mundial para que la minoría vivamos como vivimos en nuestra sociedad?. Como decía Luis, si toda esta gente tuviese lavadoras sería otro problema. Si el consumo fuese como el nuestro tampoco sería sostenible. Dónde está el equilibrio?

La gente en esta zona es muy amable. Se nota la falta de paso de extranjeros. Algunos niños se asustan cuando nos ven y otros nos llaman chinos, ya que aquí un “blanco” es sinónimo de chino, que son los únicos no africanos que ven por estar en esta pista dirigiendo los trabajos de la futura carretera. Hacer una foto no supone aquí un problema ya que nos miran no como extranjeros, sino como visitantes extraños.

Hemos coincidido con un mercado, maravilloso momento para sumergirte en esta cultura y en nuestro caso para poder capturar imágenes que mucho me temo desaparecerán en pocos años.

El cielo amenaza lluvia, por lo que preferimos buscar algún hotel ya que es muy tarde. En Kibre Mengist encontramos algo parecido a un hotel. Las habitaciones no sé si sirven también de matadero a tenor de los salpicados rojos de las paredes. El baño tiene un cubo lleno de agua ya que las tuberías están secas. Es en estos momentos en los que el saco sábana que llevo conmigo se convierte en un objeto de un valor inestimable.

Mañana seguiremos hacia las tierras bajas de los Borena.

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