Crispi está en la puerta del Lodge. Hemos llegado a un acuerdo con él para seguir la ruta del ferrocarril hasta Kalonje. Preferimos vivir la vida que lo rodea desde tierra. Aprovechamos así el tiempo que queda hasta la llegada del siguiente convoy, supuestamente mañana domingo.

En varios puntos de la línea férrea se amontonan vagones descarrilados, trozos de hierro que muestran el riesgo que en ocasiones supone viajar en este tren. Sin embargo, la población prefiere viajar sobre los destartalados vagones que sobre los autobuses que como pudimos comprobar, tienen un coste que poco se diferencia de lo que pagamos por traslados parecidos en España. Para muchos, el paso del convoy es la ocasión de poder vender productos locales. Mujeres cargadas con platos sobre sus cabezas se disputan las diferentes ventanillas. Plátanos, cacahuetes, refrescos, galletas… cualquier cosa que ayude a la economía de la familia.

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Nuestro ritmo es casi igual de lento que el del tren. Su lentitud nos ha contagiado desde que nos montamos en Tanzania. No hay ninguna prisa, lo importante es avanzar y sentir el paso de los kilómetros. No queremos ver demasiado el mapa para no dejarnos influir por la distancia que nos queda.

En Kalonje tomamos un desvío de tierra para llegar hasta Mutinondo, un apartado lugar en medio del bosque, una especie de paraíso o refugio a 25 kilómetros de la carretera en el que una pareja de descendientes de ingleses han montado un Lodge. Colinas pétreas surgiendo de la infinita llanura emergen del bosque como gigantescos colosos.

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No es de extrañar que este matrimonio haya decidido huir del mundo para apartarse en este remoto paraje. Una belleza que lejos de lo que estoy acostumbrado a hacer, fotografiar, me invita a sentarme bajo el porche de uno de los bungalós para dejarme llevar por la quietud y el relajante sonido del bosque que nos rodea.

Por la noche, iluminados con lámparas de petróleo, disfrutamos de una cena que por fin huye del pollo con patatas fritas o con arroz. Es la misma sensación que se tiene cuando en Marruecos te ofrecen algo diferente a un cuscús o a un tallín de pollo con limón. Bacon con patatas y verduras hervidas, una especie de hamburguesa vegetariana, una crema de verduras y un postre a base piña acompañada con menta, supusieron una sorpresa gastronómica lejos de nuestros mejores sueños.

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Mi bungaló está abierto sin pared en uno de sus lados. Tumbarse en la cama es como dormir en el exterior. Sólo una mosquitera me separa del mundo de los pájaros y las hienas.

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