Nuestro tren no saldrá hasta las 7 de la tarde, por lo que decidimos tomar un descanso en el lodge de la pequeña ciudad de Victoria Falls hasta esa hora.
La ciudad es nueva, reducida a una calle principal con construcciones bajas de aires victorianos, herencia de la colonización inglesa. Es un lugar construido para acoger el turismo y hacer acopio de dólares americanos que, curiosamente, es la moneda oficial del país.
A la hora de comer encontramos un restaurante llamado Lola´s Tapas and bar. No tenemos ninguna duda que se trata de un establecimiento con raíces hispanas y no victorianas. La bailaora de flamenco del logotipo es su sello de identidad.
En su interior se encuentra Lola, no podía ser de otra manera, y José Luis, una pareja que en el año 95 decidieron venirse a esta tierra huyendo de la vida en España. En este tiempo Zimbabwe ha sufrido muchos cambios, desde ver pasear los elefantes por la calle que ahora se encuentra repleta de tiendas para turistas, hasta la desaparición de un día para otro de la moneda local para adoptar el dólar. En pocos minutos José Luis nos inunda con datos e información del país. La transición política de Zimbabwe desde que fuese Rhodesia del sur, hasta la historia y formación geológica de las cataratas, son algunos de los temas que nos cuenta casi con pasión. Realmente es admirable el arrojo de esta pareja. José Luis que es ingeniero, ha abandonado todo para que su mujer regente el negocio mientras que él se dedica a la importación de aceite de oliva español.
Ya estamos en la estación, de arquitectura con aires muy coloniales, en la que ya se encuentra nuestro largo convoy. Subimos y llegamos a nuestro compartimento. Un espacio estrecho con tres literas en uno de los lados, un pequeño armario y una tapa metálica que descubre un grifo y una especie de lavabo en su interior. Jorge que es el que lo ha abierto, se horroriza al ver que también es usado como pipi space para aquellos que no quieren salir al WC del pasillo. El olor que despide al abrirse y la sensación de que su mano ha quedado contaminada para siempre, requiere de una rápida intervención a base de toallitas húmedas y gel de manos con alcohol.
Tenemos que cambiar nuestro compartimento y buscar otro con el asiento menos roto y menos perfumado. Y nos quejábamos del tren Tazara!!!
Sobre las dos de la madrugada, una serie de golpeteos nos despierta. Estamos detenidos en una estación mientras acoplan varios vagones cargados de carbón. Nos encontramos en la mayor mina de carbón del mundo, una beta de más de 150 kilómetros de longitud. Avanzamos de nuevo y nos volvemos a dormir.