Sara tiene cuatro años y al igual que el resto de niños de la misma edad, asiste al colegio cada día. En su clase todos saben lo que es un elefante, una jirafa o un gorila, pero casi ninguno lo ha llegado a ver en carne y hueso. Sara, a diferencia del resto de sus compañeros, probablemente los podrá admirar en su espacio natural, en su hábitat. Pero, y los demás de su clase, qué otra opción tienen para asombrarse con la presencia de estos animales? Una posibilidad es explorando los diferentes rincones de un parque zoológico.
Hace unas semanas me fui con Sara al zoo de Madrid, aunque no todo el tiempo que hubiese querido ya que estuvimos en el interior menos de 2 horas. En ese poco tiempo pudimos hacer un recorrido por gran parte de la fauna africana. Visto de ese modo es casi un lujo poder contemplar tanta fauna en escasos metros cuadros si lo comparamos con la extensión del continente del que proceden. Sin embargo, algo me produjo una sensación que me diluía la sensación de felicidad que tenía el resto de los visitantes. Las miradas de la mayoría de los animales difería mucho de las que recordaba cuando andaba en su búsqueda por algunos países de África.
Veía en el zoo una buena concentración de animales, pero al mismo tiempo sentía una tristeza que inundaba lo que me rodeaba. Eran expresiones que parecían hablar. En el ambiente se respiraban sentimientos y deseos de libertad. A través de sus ojos y de sus miradas, componía mi propia película. Puede que muchos no sepan lo que es la libertad porque han nacido en este hogar representado por escasos metros cuadrados. Puede que los mayores, aquellos que han tenido la suerte de recorrer en algún momento de su vida las interminables llanuras, selvas o montañas de África, les cuenten historias de libertad y de grandeza. Pero insisto, esa es sólo la película que me he montado mientras los observaba.
Al llegar a casa me apresuré a leer algunos artículos publicados por naturalistas. Quería saber lo que representaba para ellos la existencia de los parques zoológicos. Lo que leí no era precisamente algo que me consolara o disipara la sensación recibida durante mi visita.
» Los zoos son prisiones en las que viven encarcelados cientos de animales con el objetivo de hacer disfrutar a quienes les visitan. En estas cárceles toda clase de animales con interés en ser libres son «expuestos» como lo son las obras de arte en un museo. Una visita a cualquier zoo es suficiente para darnos cuenta de que en ellos, la libertad es la gran ausente. Las jaulas, celdas y otros espacios más o menos reducidos son las «casas» donde se obliga a vivir encerrados a muchos animales, lejos de sus hábitats naturales e igual de alejados de una vida satisfactoria.»
» A menudo se considera que es más inaceptable secuestrar a un animal que vive en su hábitat natural para encarcelarle en un zoo, que encerrar de por vida a alguien que nació en cautividad. Pero lo cierto es que el sufrimiento que se experimenta por la falta de libertad no puede ser justificado en función del lugar donde se haya nacido. Quienes nacieron en libertad tendrán que sufrir la pérdida de su familia, el angustioso transporte hasta el zoo, la confusión de no entender lo ocurrido, etc. Quienes nacieron en cautividad, al igual que quienes nacieron en libertad, sufrirán toda su vida al no poder vivirla según sus intereses, necesidades y como ellos decidan.»
La mirada de los orangutanes fue lo que más me impactó. Puede que el parecido con nosotros haga que entendamos mejor lo que nos quieren decir. Otros animales mostraban conductas estereotipadas repetidas monótonamente durante horas los 365 días del año. Qué otra cosa pueden hacer? Quizá el paseo por el acuario fuese lo que más me relajó durante nuestra visita.
» Independientemente de que los zoos sean lugares donde se pueda aprender más o menos sobre el comportamiento de los animales, su existencia es inaceptable. Privar a alguien de libertad y ocasionarle el sufrimiento que esta privación produce, no está justificado en ningún caso por el hecho de que otros vayamos a aprender algo de ello.» Incluso leyendo ésto, sigo con mi gran dilema. Basta con que los compañeros de Sara conozcan los animales de nuestro planeta a través de los documentales y reportajes, o el fin de que los vean en la realidad justifica los medios?
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Mi primer contacto con algo parecido a un zoo fue la Casa de Fieras del Retiro.La vista de los buitres,tan regios en el aire, cabizbajos y humillados,me impactó tanto que no he vuelto a un zoológico.
Es,una vez más,una prueba de la soberbia humana. Los animales no son de nuestra propiedad.Son nuestros compañeros de viaje.
No puedo estar más de acuerdo contigo.
Un abrazo
Estoy de acuerdo en parte. Pues en muchos casos los zoos suponen la salvación y recuperación de especies que de otra manera no existirían y la recuperación de animales enfermos y heridos que ya no se les puede devolver a su hábitat.
Hay zoos y zoos. Te recomiendo cuando puedas que visites Cabarceno en Cantabria si es que no lo conoces .
Un saludo.