Siempre hay que tener un motivo para viajar: curiosidad, inquietud, o simplemente alguna excusa para no caer en la rutina. En mi caso, puede que sea una mezcla de todas ellas y de algunas más. Cuando sientes que ese mundo “idílico”, poblado de diversidad de culturas se te escapa día a día, corres hacia él intentando atrapar en imágenes y experiencias todo aquello que quieres conservar para ti mismo o para compartir con los que lo saben apreciar.
Observar cómo los personajes extraordinarios de mis sueños van desapareciendo poco a poco de un modo aparentemente irreversible, me catapulta hacia las tierras que los han visto en su estado puro durante cientos o miles de años. Muchas de las fotos que tomé hace tiempo, ahora sólo podrán verse a través de los reportajes. ¿Y por qué? Simplemente porque nuestro progreso les ha absorbido en esa rueda de globalización que nos hace a todos iguales.
Por eso, cuando un día me pongo a revisar mi fichero de pueblos nómadas con los que he tenido la suerte de convivir y fotografiar, me viene la necesidad de hacer de notario de todos aquellos que, incluso existiendo en nuestros días, parecen tener las horas contadas desde un punto de vista cultural. Dos son las comunidades indígenas que me faltarían para completar esa especie de archivo antropológico. Una de ellas es la formada por los Rautes, los últimos nómadas del Nepal.
Una vez más, Mariano López, director de la revista Viajar, buscó los contactos necesarios para intentar que mi misión cumpla los objetivos propuestos. Ya le agradecí sus esfuerzos por facilitarme el poder convivir con los últimos cazadores kazajos con águilas doradas del oeste de Mongolia. Sin su apoyo hubiese sido muy difícil el haber podido conseguir el archivo de imágenes y las experiencias vividas en aquella expedición finalizada hace tan solo tres meses.
El relevo en Nepal ha venido de la mano de Anup Dhoj Joshi, de la agencia Vista Travels and Tours. Su apoyo será determinante para cubrir los objetivos propuestos y, por lo que llevo con él vivido desde mi llegada ayer por la tarde, no tengo duda de que así será.
En esta ocasión vuelvo a viajar con mi amigo Jesús Ibañez. Con él compartí inolvidables momentos durante nuestro encuentro con los Woodabe del Chad el último mes de septiembre, o las tres semanas de exploración por el desierto de Mauritania en el año 2018. Debo reconocer que nos es fácil viajar en estas condiciones de incomodidades y riesgos y no tener ningún problema de convivencia.
Con un collar de flores naranjas nos recibieron en el aeropuerto de Katmandú, un gesto que nos muestra la hospitalidad de este pueblo. Nada más salir del aeropuerto, un grandioso atasco en el que miles de motocicletas y coches pugnaban por avanzar un metro, nos muestran el frenético ritmo de la ciudad. Al final, nuestro coche nos conduce hasta un pequeño oasis hispano, algo muy lejos de lo que nos podíamos esperar en este punto del planeta.
El Mediterráneo, es un restaurante de cocina española en el que Bibhushan Raj Joshi ha conseguido hacer realidad su sueño de trasladar los sabores que tanto le gustaban cuando viajaba a España, a su tierra natal. Algunos pudieran pensar que estando en Nepal, ¿para qué buscar comidas que no sean locales? Para nosotros no había la menor duda. Que Bibhushan nos haya dado el regalo de deleitarnos con un surtido de jamón ibérico, queso manchego curado y un solomillo, compensa con creces las carencias y sabor especiado y picante con las que Air India nos “cuidó” durante el vuelo. En la imagen de izquierda a derecha: Bibhushan Raj, Jesús Ibañez y Anup Dhoj.
Hoy ha sido nuestra primera jornada en Nepal. Antes de salir hacia el oeste del país por tierras que ni siquiera Anup conoce, a pesar de que su agencia es la más experimentada del territorio, hemos decidido permanecer en Katmandú para iniciar la aclimatación del país en esta legendaria ciudad.
No voy a entrar en detalles de esta urbe en el que el hinduismo y el budismo rigen la vida de sus habitantes. No escribiré sobre las maravillas arquitectónicas que asombran a la vuelta de cada esquina, ni sobre la seguridad que se vive al pasear entre las laberínticas callejuelas de la parte antigua, ni de cómo se ha reconstruido parte de la ciudad después del terremoto, ni de lugares como el Newa Chen, en Patan, una maravillosa casa rural de arquitectura local. Prefiero mostrar el aspecto humano, que es al final, lo que he venido buscando. Con algunas de las fotos tomadas a lo largo de la jornada y que saco casi al azar, espero poder transmitir el ambiente que nos ha envuelto durante las últimas horas.
En pocos minutos iniciaremos la ruta que nos adentrará hacia el oeste del país. No sé cuándo ni cómo podré volver a enviar crónicas de la expedición, ya que nadie sabe si tendremos internet en el interior de las montañas a las que nos dirigimos. Sundar Bamanu, nuestro conductor y guía, junto con Saroj Dumaru, traductor y acompañante, serán los que nos acompañen durante las próximas jornadas.