La palabra árabe casba, kasba o kasbah (tighermt o ighrem en bereber), que en más de una ocasión hemos leído o escuchado cuando nos referimos a Marruecos, siempre se interpreta de diferentes maneras. En nuestro idioma sería el equivalente a un castillo. Al norte del Alto Atlas, las kasbas eran fortificaciones destinadas a proteger las tropas que luchaban contra los disidentes. La mayoría se construyeron bajo el mandato de Moulay Ismael, segundo rey de la dinastía Alaouita. De ahí surgieron localidades como Kasbah Tadla o Kasbah Oualidia. Estas kasbas no resultan muy enigmáticas ya que sabemos sus origines, quienes las construyeron y su razón de ser. Sin embargo, al sur del Alto Atlas, incluso en la propia cordillera, la cosa cambia. Siguen siendo construcciones fortificadas con altas murallas, una puerta de acceso y torres de vigilancia, pero todo lo demás es diferente. Algunas de ellas, como la de Telouet, eran viviendas señoriales. La mayoría eran alojamientos rurales, más sencillos, pero agrupados en el seno de un mismo pueblo. Protegidas por murallas exteriores y con una sola puerta de entrada, forman un ksar, en plural ksour.
Para empezar, en las kasbas al sur del Atlas todo está construido en barro, sin yeso ni ningún otro revestimiento exterior. Su visión es majestuosa, tanto por sus proporciones y anchura de muros, como por su ubicación en medio de espacios áridos y pedregosos o en medio de los florecientes jardines de los oasis. Sus elevadas y decoradas almenas apuntando hacia el cielo, confieren al paisaje una proporción áurea llena de misterio y romanticismo. Raro es el país del mundo en el que no se han realizado construcciones en barro, pero pocas son las civilizaciones que han tenido la audacia de construir estructuras comparables a las del sur de Marruecos.
Muchas son las dudas que surgen ante la presencia de estos colosos de la arquitectura en barro. ¿Quiénes las construyeron en los orígenes? Y, sobre todo, ¿porqué, salvo raras excepciones, sólo se encuentran en los valles del sur, principalmente del Draa, del Ziz o del Dades? . ¿Cuál es la edad de las kasbas más antiguas…?
Lo más probable es que el origen de las kasbas esté unido a la llegada del dromedario al Sáhara Occidental. Esto viene a confirmar la tesis de antiguos manuscritos en los que se apuntaba el origen himyarita (Yemen), antiguo estado de la parte meridional de la península arábiga, de una parte importante de la población marroquí. El historiador árabe Ibn Khaldoun apoyaba esta teoría. Si no, ¿como sustentar el enorme paralelismo arquitectónico de la región del Hadramaout con los valles del sur marroquí, situado a más de 6.000 kilómetros de distancia?
Esta región del Yemen es la única en el mundo en la que se puede ver este tipo de construcción. Este hecho hace que su visión sorprenda aún más al viajero que nunca ha visto algo parecido. Es como estar delante de un escenario histórico y ser parte de un decorado en el que Moisés o Nabucodonosor pueden surgir del horizonte en cualquier momento. No es de extrañar que algunas de las mayores superproducciones históricas de Hollywood se hayan rodado en las proximidades de Ouarzazate. Un decorado natural, sin cartón piedra y con toda la historia emanando de los muros de sus kasbas. Con solo cerrar los ojos podemos trasladarnos a cualquier pasaje de la Biblia o estar recorriendo las calles de Jericó o Babilonia.
Los patriarcas de las diferentes familias se reunían con los especialistas (maalem) de la construcción de la futura kasba para explicarles la distribución de las diferentes dependencias. Después, innumerables sugerencias y propuestas: aquí la torre para que el patriarca pueda tener buena vista, allá la cocina y el espacio reservado para las mujeres… En general, la planta de calle se reservaba para los animales; la primera planta para el grano y los cereales; la segunda para las habitaciones de los trabajadores del campo y la cocina; la tercera planta era la morada del patriarca y desde allí controlaba sus tierras. Las construcciones más grandes podían tener más de tres pisos.
Los cimientos se realizan en una zanja de medio metro de profundidad que se rellena con piedras grandes unidas por una mezcla de tierra y cal. A partir de ahí, el maalem inicia la construcción de los muros. Para ello emplea tierras de calidad que ha seleccionado previamente. Las tierras malas para la construcción son las vegetales y orgánicas que se encuentran en la superficie, o las contaminadas por la acción del hombre. La tierra seleccionada se introduce en un encofrado hecho con planchas de madera. Esa tierra humedecida y mezclada con paja y (o sin) piedras pequeñas, se compacta con la ayuda de un mazo y se deja secar hasta que el especialista considera que ya se pueden retirar las tablas del encofrado. Y así, poco a poco se van levantando los muros de esos gigantes de barro.
