En la cultura de los Turkana es habitual que un hombre posea varias esposas. El tener co-esposas es una ventaja adicional ya que entre todas se ayudarán mutuamente para la realización de las tareas domésticas y en el cuidado de los animales. También ayudarán al marido a encontrar nuevas pretendientas. El precio medio que un hombre tiene que pagar por una mujer oscila entre 30 y 50 animales.

Para las mujeres, el matrimonio es la primera etapa de la edad adulta. Las niñas Turkana suelen estar casadas cuando tienen entre 15 y 20 años de edad. Por lo general pueden decidir en la selección de un marido apropiado. La boda en sí puede tomar un par de días y es quizás el evento más importante en la vida social de Turkana. Durante esos días se hacen grandes fiestas con bailes y danzas. Para ello, es muy importante hacer la celebración en un periodo en el que haya riqueza debido a una buena estación de lluvias.

Cada esposa y sus hijos forman una unidad, y ninguna de ellas tiene la responsabilidad exclusiva de preparar la comida a su marido. Las esposas son a menudo heredadas por un hermano o el hijo de una co-esposa a la muerte de un marido. Una mujer tiene el derecho de negarse a ser heredada y puede vivir con uno de sus hijos, si así lo desea. A medida que cada esposa entra en la casa, el jefe de la familia le asigna el ganado. Aunque no tiene derecho de propiedad sobre estos animales, formará los rebaños que serán heredados por sus hijos, principalmente por su hijo primogénito.

La vida familiar se rige por una división de tareas. Los hombres son responsables de la operación de pastoreo diario, y las mujeres  de regar y ordeñar el ganado, alimentar a la familia y otras tareas domésticas.

La profusión de abalorios y joyas fabricadas con diferentes materiales, indica riqueza y prestigio. Se dice que los hombres turkana nunca mirarían a una mujer si no lleva un collar en su cuello. Algunos pueden tener hasta 50 capas y en ocasiones llegan a ocultar la boca.

Desde la adolescencia, las mujeres se afeitan los lados de la cabeza y llevan los mechones restantes en características trenzas pequeñas untadas con una mezcla de grasa o mantequilla con tierra rojiza o negra.

Las cicatrices tribales en la cara y en la frente evocan los pueblos nilóticos del norte. Esta costumbre está desapareciendo con el paso del tiempo y cada vez es más raro encontrar este tipo de distintivo entre la población más jóven. Las escarificaciones se suelen realizar con la ayuda de una cuchilla. En ocasiones se producen graves infecciones que pueden terminar con la vida de la persona.

A los Turkana les gusta la carne, pero sólo unas pocas veces al año pueden permitirse el sacrificio de una vaca o de un camello, de modo que comen cuajada, suero de leche y mantequilla.

Poco falta para que algunas imágenes sólo se puedan disfrutar a través de la visión de los libros y reportajes fotográficos. Mientras llega ese momento, intentaré capturar esas escenas que en nada han cambiado con el paso de los años y que hacen que sienta algo parecido a lo que tuvieron que vivir los primeros exploradores.