Una vez más me encuentro en la India. En esta ocasión, un grupo de amigos ha querido acompañarme a vivir lo que representa una de las celebraciones religiosas más coloridas del planeta. Al ver las imágenes que he publicado en los diferentes viajes que he realizado al Holi, ninguno quería perderse la oportunidad de vivir de cerca este singular acontecimiento. Sin embargo, sólo terminamos quedándonos un día, ya que después de la experiencia durante esta jornada, para la mayoría ese tiempo era más que suficiente. Realmente, para sumergirse en esta vorágine hay que estar muy mentalizado de lo que significa ser parte de una enloquecida multitud que termina por asustar a quienes simplemente buscan o esperan una original y singular fiesta de colores.
A los pocos minutos de entrar en Barsana, la multitud terminó por dispersarnos y sólo nos volvimos a encontrar en el vehículo que nos esperaba para llevarnos a la ciudad en la que estábamos alojados. Estas fotografías son una muestra de 6 horas de inmersión en el mayor caleidoscopio humano del mundo.
Básicamente, la fiesta del Holi representa la victoria de lo bueno y los Dioses sobre el diablo, el fin del invierno y la llegada de la primavera y las primeras cosechas. Un buen momento para el juego y las risas, para restaurar relaciones rotas y para entablar nuevas amistades. Una manera de cargarse de buena energía y esperanzas positivas.
El Holi adquirió el nombre del “Festival de los Colores” de Lord Krishna, una reencarnación de Lord Vishnu, al cual le gustaba jugar en su pueblo con las chicas a las que rociaba con líquidos y polvos de colores. Aunque el Holi se celebra en toda la India, y últimamente en otros países del mundo, hay unos lugares y templos en los que esta celebración adquiere tintes absolutamente impresionantes.
En Barsana, hay un día de Holi que igualmente es una fiesta para las mujeres de Nangaun, una localidad cercana de Barsana. Durante esa jornada las mujeres se dirigen hacia el pueblo vecino armadas de palos con los que pegar a los hombres. Éstos, esperan en Barsana provistos de escudos de fibra con los que protegerse de la invasión de las féminas de Nangaun.
En cualquier caso, asistir al Holi supone la aceptación de que más tarde o más temprano, terminaremos sucios y coloridos. Nos convertiremos en una especie de caleidoscopio con patas deambulando entre las callejuelas y procurando escapar del ataque de los guerrilleros del color. Algunas pinturas se limpian fácilmente. Sin embargo, últimamente se utilizan productos químicos que, además de no quitarse durante días, suponen un cierto riesgo para la piel y los ojos. Algunas personas se impregnan la piel con aceite de coco para evitar que ésta absorba los tintes artificiales.
Mi única obsesión durante los días de Holi es mantener a salvo la cámara de fotos, cosa que no siempre es fácil. Lo que para la mayoría representa días de alegría y de compartir buenos momentos con los amigos y familiares, para otros, la fiesta es una buena excusa para actuar como auténticos terroristas armados de pintura. Las mujeres son las que se llevan la peor tarde por el acoso al que muchas de ellas son sometidas en medio del fragor y éxtasis colectivo. Por eso, la mayoría se parapeta en las terrazas desde las que observar y estar protegidas.
Vivir el Holi es sentir una de las celebraciones religiosas más antiguas de la India, y sobre todo, una manera de integrarse en la tradición y sentimientos de un pueblo que siempre busca algún pretexto para evadirse de la realidad de la vida que a la mayoría les ha tocado vivir.
Mientras que para nosotros la llegada por la noche al hotel supuso el encuentro con el mundo del confort, para los empleados, la aparición de monstruos coloreados dispuestos a dejar huella en todo lo que tocáramos. Nuestro Holi había finalizado. Sin embargo, en el fondo echaba de menos mis anteriores inmersiones en esta fiesta en las que durante varios días vivía intensamente esta droga india. Una India que me satura después de más de tres semanas de viaje invitándome a salir, pero que nuevamente me inyecta un virus que quedará latente y en poco tiempo activará mi necesidad de regresar al mundo del aparente caos y descontrol.