La serpiente de asfalto avanza a ritmo imparable.

Los chinos están abriendo camino hacia la frontera con Sudán. Hace un par de años el recorrido desde Mizan Teferi hacia el sur era lento, te permitía disfrutar y empaparte del espectacular paisaje que nos rodea. ¿Será capaz la población local de adaptarse en poco tiempo a todo lo que conlleva la llegada del asfalto?

Pasado Dima la pista desciende hacia una zona esteparia. Dejamos atrás las fabulosas formaciones de bosques ecuatoriales más parecidas a las que me encontraba en la cuenca del Amazonas.

Estamos por fin en territorio Surma. Es increíble como en pocos kilómetros  parece que hemos cambiado de país. Personajes que en nada se diferencian de lo vivido por exploradores como Livingstone o Stanley. Sólo la visión de los Kalashnikov nos sitúa en el tiempo.

Sin embargo, su tradicional modo de vida tiene los días contados. Hasta el cemento amenaza con relegar al pasado las tradicionales viviendas construidas con barro y madera.

Los Surma son un pueblo que guarda y conserva con orgullo sus tradiciones a pesar de los diferentes intentos que hay por parte del Gobierno para que abandonen su modo de vida tradicional y se adapten a las costumbres más acorde a nuestro tiempo.

Se les conoce también por la costumbre que tienen las mujeres de portar unos platillos de barro o madera insertados en el labio inferior. Su origen se remonta a la época en la que árabes y blancos venían a esta zona para coger esclavos. Las mujeres se dieron cuenta que desfigurándose  el rostro de ese modo eran rechazadas para el mercado humano. Con el tiempo esta tradición ha cambiado su finalidad. Ahora es un signo de belleza. Cuanto más grande sea el plato, más bella es la mujer para el hombre.

Llegamos a Tulguit y montamos un campamento improvisado. Mañana nos espera una jornada de convivencia con los Surma.