Resulta raro estar desayunando a las 9 de la mañana, algo inusual desde hace varias jornadas. Nos hemos duchado en condiciones y estamos descansados después de tanta paliza. Nuestro objetivo hoy es llegar a las cascadas del Nilo Azul, las más grandes de África después de Victoria Falls.
Hoy tenemos más tiempo para disfrutar de la gente de los poblados por los que pasamos. Es como un viaje en el tiempo, diferente y en otro estilo al de las tribus Surma del sur, pero visualmente muy sorprendente. Es una mezcla de elementos que para la mayoría de los ojos occidentales son inapreciables y mucho más para los locales de Etiopía.
Puede que sea difícil de entender qué tiene un mugriento muro de barro o una descolorida pared con burros delante y personajes envueltos en capas blancas u oscuras llenas de pliegues o de rotos. Qué puede tener de interesante entrar en una especie de molino cuyo sombrío interior resalta el polvo blanco de la harina de maíz que se esta moliendo y cuyos personajes muestran con sus miradas gran sorpresa ante nuestra presencia?
Detrás de cada muro o detrás de cada puerta existen historias que la cámara de fotos desea revelar, grabar momentos visualmente en el tiempo. Otros dirían que es suficiente con vivir el momento o la experiencia y guardarla para uno mismo, pero hay una diferencia para los que somos o nos sentimos fotógrafos. Nos gusta plasmar belleza, algo muy subjetivo pero que siempre tiene seguidores. Y sobre todo, nos gusta compartir momentos con aquellos que no pueden o tienen la suerte de ver lo que nosotros. Además, no todos los ojos ven lo mismo aún estando en el mismo lugar, un modo más de compartir lo que otro no ha visto.
Llegamos hasta un punto en el que tenemos que contratar a un guía y una embarcación para llegar hasta las cataratas. Por ahora la luz no acompaña y a lo lejos se ven grandes nubarrones oscuros que acechan con empaparnos durante nuestra marcha a pie.
Desde la embarcación a motor podemos ver algunos cocodrilos descansando en la orilla. No es buen sitio para darse un baño después de la sudada del trekking.
El rumor del agua se va haciendo cada vez más fuerte. Nos estamos acercando a través de una embarrada zona de pasto. Giramos pasado una zona de árboles y zas… allí está el gran río, rugiendo con sus espectaculares cataratas que se han vestido de luces gracias a una inesperada salida del sol entre las nubes. Un regalo después de tanto esfuerzo.
No sé si los habitantes de una pequeña aldea que hay junto a las cataratas son conscientes de lo afortunados que son de vivir ante tanta belleza. La luz del sol resalta los diferentes tonos de ocres y verdes que en ocasiones se difuminan ante uno de los más grandes humidificadores del planeta.
Estrechos y profundos cañones conducen aún más agua a la parte baja de las cataratas. Algunos de ellos son cruzados por burros o incluso vacas a lo largo de espectaculares puentes colgantes.
De nuevo regresamos a Bahir Dar. Mis compañeros se van en una embarcación por el lago Tana a visitar alguna de las islas que hay por su interior, no sé si con la intención de encontrar la famosa Arca de la Alianza. Cada isla dice poseer tan codiciado tesoro. En muchas hay Monasterios rodeados de bellos ejemplos de arte bizantino con monjes que no han salido de la isla en más de 40 años.
Yo he decidido quedarme a escuchar el viento y ver el atardecer junto a la ventana de mi habitación que tiene vistas al lago mientras termino de escribir estas líneas. Siento que hoy no es mi día para descubrir el Arca de la Alianza.