La pista nos ha llevado hasta Bati, un estratégica encrucijada de las tribus Oromo, Amhara y Afar. Estratégico lugar también por localizarse en el límite entre las Highlands y el Valle del Rift.
Es lunes, día de mercado en el que cerca de 20.000 personas se concentran para vender, comprar o cambiar. Es un centro importante de comercio de ganado y dromedarios procedentes de todos los alrededores. Muchos de ellos llevan días caminando con sus animales para llegar hasta aquí.
Al principio pensaba en los problemas que podría encontrar para fotografiar y sin embargo, poco a poco se me fueron quitando los miedos al ver que la única reacción que tenían al verme con la cámara era de sorpresa y curiosidad.
Después de Bati la pista inicia un progresivo descenso hacia las tierras bajas. Nos introducimos en territorio de los Afar, un pueblo que ya conocía de mi anterior expedición al desierto del Danakil.
La temperatura ha subido a más de 30 grados, algo a lo que no estábamos acostumbrados ya que siempre hemos estado entre los 1.500 y más de 2.000 metros de altitud. La vegetación ha cambiado en los pocos kilómetros que llevamos de descenso. Atrás queda la frondosidad de los bosques de alta montaña. Ahora, un paisaje más parecido al que nos encontramos en la mayoría de países del África del oeste. Zonas de sabana con matorral bajo y maravillosas acacias decorando el entorno.
Nos paramos en una de los asentamientos Afar. Están levantando una choza para pasar una temporada con sus rebaños antes de que se vuelva a secar el terreno y tengan que marcharse de nuevo. En una de las paradas conozco a Aslim, o algo parecido. Delgado, cabello tipo rasta, torso desnudo y unos dientes que diferencian a los Afar del resto de las otras tribus. Los incisivos están afilados en forma de punta, según ellos para poder comer mejor la carne.
Históricamente los Afar han sido un pueblo muy temido por su agresividad. Continuamente estaban en guerras tribales en las que se disputaban terrenos o animales. Aquellos que habían matado a un enemigo tenían que regresar a su poblado con los testículos del adversario en la mano.
Poco a poco esas costumbres han desaparecido, pero no así su aire altivo y orgulloso. Aslim me contaba que nació cerca de Dalol, importante centro de extracción de sal en una zona a unos 150 metros bajo el nivel del mar. Durante muchos años acompañó a sus padres en las largas caravanas de dromedarios que transportaban tan preciado elemento a las tierras altas para posteriormente ser llevadas en camiones hacia el resto del país u a otros como Sudán o Chad.
Al igual que los Surma, esta tribu se resiste a perder su identidad y forma de vida, aunque Aslim dejó la dureza del interior del Danakil para dedicarse al pastoreo en lugar de la extracción de sal. También, el echo de vivir en una zona alejada, por ahora, del asfalto, permite conservar costumbres que poco a poco desaparecerán en esta zona cuando los chinos terminen la carretera de asfalto que ya han empezado a construir.
Desde Mille nos dirigimos, ya por carretera, hasta la ciudad de Awash. El paisaje se ha desertificado totalmente. En muchos kilómetros no se puede ver ni un solo árbol, ni un mísero matorral. En esta época del año, lo que hasta hace poco era marrón y polvoriento, ha pasado a decorarse de verde con una gigantesca alfombra que forma el parque nacional de Yangudi Rassa.
Es una pena no poder parar a cada momento, cada vez que la retina enciende la luz de alarma. Sin embargo son muchos los kilómetros que tenemos que recorrer en la etapa de hoy. Sin lugar a dudas, para disfrutar de este país se necesita mucho más tiempo y viajar sin un programa preestablecido.
Son ya las 8 de la noche cuando llegamos al hotel. Para poder mantener al día las imágenes, he tenido que aprovechar el tiempo y trabajar dentro del coche cuando cayó la luz y ya no había nada que ver.
Mañana continuaremos ruta para terminar en la ciudad santa de Harar, próxima a la frontera de Somalia.
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Gracias JuanAntonio !!
Igualmente un abrazo a Sandra y Axel, que disfrutéis a tope !!