A esta zona de Etiopía le queda mucho tiempo para alcanzar unas condiciones cómodas para realizar un viaje al estilo tradicional. Las infraestructuras turísticas son nulas y los pocos hoteles existentes distan mucho del confort al que estamos acostumbrados. Sin embargo, esa carencia se ve compensada con creces por los paisajes, pueblos y gente con la que nos encontramos. No dejamos de asombrarnos a cada instante y a excepción de los Surma, el resto de grupos étnicos son increíblemente hospitalarios.
Antes de salir del hotel, Manuel enseña a los cocineros a preparar una tortilla de patata. Al final tenemos que poner nuestro aceite de oliva traído de España para que conozcan el gusto hispano. Confiamos que los futuros huéspedes puedan saborear algo diferente al plato nacional, la “inyera”, o al sota, caballo y rey formado por espaguetis, sopa de verdura o tortilla.
Indiscutiblemente, donde mejor hemos comido fue en los campamentos. Nuestro cocinero no dejó de sorprendernos en cada comida o cena. Una de las noches, en medio de territorio Surma, celebramos el cumpleaños de Manuel. Al final de la cena el cocinero apareció con una tarta que de forma secreta preparó en un horno improvisado hecho bajo la tierra. Debo confesar que fue una de las mejores tartas que he probado en mi vida.
La ruta asciende hasta los 2.600 metros. Impresionantes cadenas de montañas con paisajes de infarto. Coincidimos con algunos mercados en los que no sabemos ni a dónde mirar, ya que las imágenes que nos rodean son de una belleza de infinitas composiciones fotográficas. Cada uno de nosotros decide apuntar su objetivo a todo aquello que le llama su atención. La fotografía nos acerca más a las situaciones, a los personajes y a su cultura. Yo prefiero investigar en los rincones ocultos, aquellos lugares protegidos de la luz que sirven de cobijo a los consumidores de la cerveza tradicional o del café. Pequeños locales decorados con estampitas de la Virgen, hojas de papel de periódico, posters de bebes vestidos de militares o incluso de Madonna. Qué difícil es decir que no a las invitaciones a compartir esa especie de bebida alcohólica de color anaranjado. Las negativas las compenso con sonrisas, apretones de mano y palmadas en la espalda, en definitiva, un poco de cariño. A partir de ese momento, la cámara de fotos y el ojo, se encargan de plasmar el increíble ambiente que se vive en esos interiores.
La desnudez de los cuerpos Surma ha dado paso a la impermeabilidad de los vestidos de las mujeres musulmanas. En relativamente pocos kilómetros el salto cultural es casi abismal. Fátima comenta que en pocos lugares la desnudez se puede vivir con tanta naturalidad como en la región que acabamos de dejar. Una desnudez acorde a una perfección de cuerpos como en pocos lugares.
Unos de nuestros 4×4 comienza a calentarse por culpa de una fuga en el radiador. Se intenta hacer una reparación de emergencia con una pasta selladora. Podemos continuar hasta que en una de las interminables subidas hay que parar y optar por dejar ese vehículo y continuar con los otros tres hasta llegar a Sodo.
Una vez más llegamos de noche al hotel, que para no variar dispone de unas habitaciones en un estado que para nosotros es ya casi un lujo. Por lo menos disponemos de agua, y además caliente. Eso ya es todo un lujo visto las condiciones de los alojamientos de los que vinimos. Al final, lo mejor es acampar. Tu tienda siempre está limpia, conoces la colchoneta y almohada sobre la que duermes y siempre hay un río cerca en el que darte un buen baño. Y si encima tienes un buen cocinero, qué más se puede pedir?
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Como siempre genial las fotos. Esta la ultima foto hecha con objetivo pez de ojo? Beso Sandra
Como me hubiera gustado estar con vosotros, saludos…