La carretera que nos lleva hasta la zona de los lagos parece la ruta del éxodo. Cientos de carretas, burros, cabeza de ganado, personajes portando unos gorros altos, especie de chisteras y mujeres, siempre ellas, acarreando enormes fardos de madera sobre la cabeza o sobre la espalda. Son las señales de que próximo se encuentra un pueblo con día de mercado. Poco a poco van llegando al destino en el que deben encontrar un hueco para depositar su carga y esperar pacientemente poder vender algo y sacar lo suficiente para poder sobrevivir hasta el siguiente mercado.
Para algunos del grupo la llegada al final de nuestra aventura es una especie de cuenta atrás, una cercanía al fin de las incomodidades y el riesgo. Para otros, esa cuenta atrás es el fin de momentos únicos que quedarán grabados en nuestra memoria. Las incomodidades y el riesgo son una especie de tributo que nos ha permitido ser los únicos extranjeros en movernos por el África salvaje, por aquellos escenarios que en poco tiempo se podrán ver sólo en los archivos de los grandes documentales. Nuestras cámaras han sido y son una especie de notarios para que las generaciones futuras puedan ver lo que en tan poco tiempo nuestra devoradora cultura occidental ha sido capaz de hacer desaparecer. Y ya no hay marcha atrás. Lo que se pierde ya es para siempre.
Nos paramos en medio de uno de los poblados típicos africanos formado por un conjunto de chozas redondas construidas con barro, cañas y paja sobre el techo. En el interior conviven los animales y las personas. Los niños que sobreviven a los primeros meses se vuelven inmunes a casi todo.
Estamos en un alojamiento con aguas termales cerca de la ciudad de Shashememe. Qué pena que una vez más los jardines de este complejo no dispongan de habitaciones dignas al lugar sobre el que ha sido construido. No acierto a comprender la causa del abandono. Es por falta de dinero, una mala gestión o simplemente falta de interés? Si el gobierno no obligase a tener socios etíopes para que un extranjero pueda invertir en este país, probablemente esta lacra turística no sería de este calibre. Marruecos entendió que debía abandonar la ley que prohibía a los extranjeros montar una sociedad o un proyecto turístico sin tener un socio marroquí. Desde ese momento las infraestructuras han progresado hasta el punto de tener muchos de los alojamientos mejores de África.