Iniciamos la ruta a las 6 de la mañana bajo un auténtico diluvio. A pocos kilómetros tenemos que parar. La pista está cortada por un vehículo atascado en el barro. Después de sacarlo con nuestra eslinga nos volvemos a parar ya que varios camiones están también hundidos en el fango.
Estamos en una pista principal en la que incluso a nosotros nos cuesta avanzar. El suelo es muy resbaladizo y los pocos camiones que se atreven a circular hoy por ella suelen terminar inmovilizados en cualquiera de las empinadas subidas.
A 20 kilómetros de salir de Jima, nuestro Nissan se queda sin embrague. Tenemos que remolcarlo de nuevo a Jima y esperar que llegue de Addis otro disco de embrague. Mientras tanto, nos metemos todos en el 4×4 que queda y seguimos hacia Sodo.
En uno de los pueblos de la ruta coincidimos con un mercado excepcional. Oromos musulmanes confieren un ambiente y color al lugar que lo hacen totalmente diferente a cuantos mercados he podido ver hasta ahora.
Son increíbles los cambios tan radicales de grupos humanos que se encuentran con una diferencia de tan pocos kilómetros.
Llegamos a Sodo cerca de las 11 de la noche, muy cansados y con más de 350 kilómetros de pistas sobre el cuerpo.