Existe un Marruecos lejos de las miradas extranjeras, un Marruecos en el que espacio y tiempo cobran un significado diferente para aquellos no habituados a escuchar las voces del desierto. Y es en ese contexto en el que han logrado sobrevivir unos personajes que desde nuestro punto de vista pueden parecer casi irreales.
A lo largo de los siglos, las caravanas procedentes del África subsahariana atravesaban durante semanas las inhóspitas extensiones de una tierra vacía. Paisajes cuya monotonía se rompía únicamente por unos agujeros que podían representar la diferencia entre la vida y la muerte. Los pozos marcaban los puntos de paso de aquellas rutas caravaneras que transportaban productos que hicieron florecer mercados y ciudades como Fez o Marrakech.
Las poblaciones nómadas y sedentarias de estos territorios de arena han conseguido crear un halo de misterio, de respeto y de admiración hacia ellos. Tan Tan y su territorio, acoge durante unos días a las tribus del desierto para que podamos recrearnos con la singularidad y autenticidad de una cultura que se resiste a desaparecer. Es el Moussem de Tan Tan, un gran encuentro declarado por la UNESCO patrimonio oral e inmaterial de la humanidad. Un momento único para descubrir el saber hacer del mundo moro o maura, una denominación que procede de la época romana por llamar maurus a la población de Mauretanea, del norte de África. En ese grupo se incluía a los bereberes y a otros grupos de piel oscura.
Durante varias jornadas, el mundo árabe y africano se abraza, consiguiendo cautivar a todos los que nos acercamos a este único “meeting point” de caravanas. Días antes de las fechas oficiales de celebración del Moussem, van apareciendo por el horizonte las siluetas de las hileras de dromedarios, una imagen que no ha cambiado con el paso de los siglos. En lo alto de estas naves del desierto van montadas las mujeres de la tríbu de los Ahl Sidahmed. Parecen reinas o princesas cubiertas de largas telas, lamelhfa, negras y azules o de deslumbrantes colores que representan la excelencia del arte de la indumentaria del Marruecos sahariano. Sobre una especie de silla o palanquín atado sobre lo alto de los dromedarios, éstas van alardeando una belleza que las ha convertido en las que posiblemente sean las mujeres más hermosas del Sáhara.
Poco a poco se va montando el campamento de tiendas o jaimas. Éstas, representan la vivienda de los pueblos del desierto, una especie de identidad que no quieren perder o cambiar. Todo sucede bajo esa cubierta que las mujeres han ido confeccionando meticulosamente con pelo de dromedario y de cabra. Un arte en el que los dedos hacen milagros para entretejer y elaborar la casa ambulante.
Al atardecer comienza a escucharse el ritmo de la música hasaní saliendo de entre las jaimas, una manera de romper con la monotonía de las largas jornadas en el Sáhara. Unos instrumentos elaborados con calabazas, y las voces sobrias de los cantantes, crean una melodía que parece embrujar a todos los presentes hasta conseguir que la mayoría se levanten de los tapices para danzar al ritmo del desierto.
Por la mañana, el silencio se rompe con el galopar de los caballos sobre el que los jinetes hacen una demostración de agilidad y valentía. Portando unos fusiles, la carrera al galope culmina con un coordinado disparo de sus armas que descargan la pólvora hacia el suelo.
Durante varios días, la tradición oral será transmitida bajo las tiendas y sobre los espacios abiertos. Una invitación para que todos los asistentes puedan difundir esta grandeza de la cultura sahariana. En esos momentos de descanso, junto al fuego y bajo las estrellas, podemos deleitarnos con las narraciones de los auténticos protagonistas del evento.
No deja de sorprender la altivez y la gallardía con la que estos personajes se desplazan por el inmenso mar de dunas del norte de África. Son los herederos de aquellos hombres que abandonaban sus hogares durante meses para recorrer miles de kilómetros transportando preciadas cargas hacia los mercados del norte de Marruecos.
Para muchos camelleros, acostumbrados a las soledades del infinito desierto, llegar al Moussem de Tan Tan significa el encuentro con la multitud de gente llegada de muchos rincones del país. No debe resultar muy cómodo sentirse observado por quienes ven en su imagen la figura de un ser casi de leyenda.
Los kilómetros sobre los dromedarios han dejado marcas, a modo de merecidos galones, que identifican a los más viajados como personajes singulares y dignos de admiración. Las arrugas de sus pieles hablan por sí solas. Una especie de registro de aventuras, viajes y experiencias, que dejan adivinar lo que sus ojos han visto a lo largo de sus vidas.
Mohamed tiene una mirada de águila que parece escudriñar cada palmo de arena. Una acción instintiva que le ha permitido sobrevivir a más de 70 años de andanzas por el Sáhara. En un momento dado, Brahim, que se encuentra sentado a mi lado, me traduce un mensaje contundente que lanza Mohamed mientras observo sus facciones antes de disparar con mi cámara: » Agradece a Dios cada día por todo lo que te ha dado» Esa frase explica su gran positivismo y la manera de entender y asumir lo que para nosotros son casi tragedias.
Estos hombres puede que pertenezcan a la última generación de una raza que ha sobrevivido al Sáhara durante más de 20 siglos. Llevan consigo la impronta del desierto, el sello que caracteriza al nómada. Después de los cantos que esporádicamente tarareaban, el silencio nos invade mientras las últimas brasas se van apagando dando paso a un frío nocturno que poco a poco nos va refugiando bajo las mantas. Mañana dará por finalizado el Moussem de Tan Tan. Nuevamente, los caballeros de las arenas emprenderán el camino del desierto, el camino de la libertad.