¿Quién no ha soñado con llegar a lugares exóticos y lejanos? En mi caso, el sueño se convirtió en realidad cuando adquirí mi primer 4×4. Sobre ellos he tenido visiones y experiencias que marcan de por vida. Un medio de transporte que me sigue llevando a mundos cercanos en la distancia, pero culturalmente distantes.
Posiblemente, no es necesario disponer de un vehículo 4×4 para adentrarse en el interior de las selvas, explorar en los confines del desierto o alcanzar aldeas perdidas entre escarpados montañosos. Los antiguos grandes exploradores descubrieron el este africano a costa de caminar durante décadas. En 1849, el geógrafo y explorador alemán Heinrich Barth, emprendió un viaje en el que recorrería más de 10.000 kilómetros a través del Sáhara. En Trípoli inició un arduo periplo de cinco años por los confines del desierto hasta llegar a Tombuctú. Sin embargo, ¿quién dispone en nuestros días de meses o incluso años para poder viajar como antaño? Muy pocos son los que pueden gozar de ese privilegio.
El vehículo de ruedas es en estos casos la única alternativa para hacer realidad nuestras ansias de aventura. Con él recorreremos en un día lo que antiguamente se hacía en semanas. La noción de espacio y tiempo cambian, adquiere otro valor acorde al ritmo que vivimos en nuestros días. Expediciones como la realizada en 1924 y 1925 por Citröen, desde Argelia hasta Madagascar sobre vehículos de tracción mecánica, representaron los inicios de esa transición del transporte animal hacia los automóviles sobre ruedas.
A lo largo de multitud de expediciones he recorrido gran parte del continente africano, bien sea sobre una moto, un camión 4×4 o un todo terreno, buscando las comunidades indígenas que más se han resistido a la occidentalización. Expediciones que llevé a cabo hace algunos años, ahora son inviables debido al creciente aumento de la inseguridad y de los conflictos creados por diferentes grupos terroristas.
Sin embargo, existe un país ajeno a la problemática que padecen la mayoría de los países de África. Marruecos se erige como un auténtico paraíso en el que todavía se puede sentir la emoción de moverse con libertad. Sus grandes espacios, su geografía y naturaleza y, sobre todo, sus gentes, invitan al viaje, a la ensoñación de lo que para muchos han sido fantásticas imágenes recreadas en nuestras mentes.
Mi camello mecánico es un compañero fiel que me ha permitido llegar hasta lugares de la geografía marroquí apartados de la presencia del turismo y de extranjeros. Con él he superado situaciones difíciles y arriesgadas fruto del estado del terreno o de la climatología. Tormentas de arena que transforman el desierto en un reino de tinieblas, nevadas que te atrapan y te hacen suyo durante días, o atascos entre mares de dunas o barrizales que engullen el coche inmovilizándolo durante horas. Situaciones que muestran lo vulnerables que podemos llegar a ser en medio de la variada orografía de Marruecos, una de las más ricas de todo el continente.
Con el paso del tiempo, el ritmo de mis viajes se ha ralentizado. Las ruedas giran ahora con una cadencia más acorde a los caminos por los que circulo, permitiendo que mis sentidos estén más atentos a lo que ocurre en el exterior del coche. El color del cielo y las dunas, las composiciones de luces y sombras producidas por las nubes, la súbita aparición de un personaje sacado del baúl de los recuerdos, o la presencia de alguna gacela dorca, a punto de la desaparición del sur marroquí, obligan a agudizar los sentidos, una manera de tomar conciencia de los valores humanos y naturales que nos rodean.
En muchas ocasiones he viajado en solitario, aunque esto no es del todo cierto si cuento con la que siempre ha sido una colega inseparable, mi cámara de fotos. Una especie de notario que ha sabido capturar y reflejar momentos, vivencias y sensaciones, que permanecerán para siempre. Un binomio formado por dos lentes, mi ojo y el objetivo, que ha dado como resultado escenas de la vida que durante años he podido difundir a través de artículos, publicaciones o exposiciones. Espero que ese binomio me acompañe durante mucho tiempo y pueda seguir capturando momentos que parecen abocados a la desaparición.