No ha parado de llover torrencialmente durante toda la noche y, al igual que ocurrió en Gambela, la ciudad se ha quedado sin luz. Si ha todo eso añadimos que en el “hotel” tampoco había agua, ni casi nada para comer, lo único que deseaba era que amaneciese para salir hacia el territorio Surma.


Como es ya costumbre, el paisaje es alucinante. Montañas y grandes y profundos valles se suceden ininterrumpidamente hasta llegar a las tierras controladas por los Surma. Durante la ruta nos encontramos multitud de pueblos saliendo de la neblina habitados por oromos, amaras y disis. El colorido de las casas  parece competir con la profusión de verde que nos rodea.


Después de varios vadeos de río, comienzan a aparecer personajes que parecen salidos de un diario de Livingston. Hemos entrado en la zona Surma. Es ya casi la noche cuando llegamos a la cabaña de la policía de Turgit. Montamos las tiendas esperando con impaciencia que llegue el día de mañana.


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