Hoy la jornada tiene dos protagonistas, las iglesias y el mercado. Estamos en Lalibela, la segunda ciudad santa del país después de Aksum. Es un centro importante de peregrinación para todos los seguidores de la iglesia ortodoxa etíope. Aquí no existe la mezcla de religiones que hemos visto en otros lugares de nuestra ruta.

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La ciudad debe su origen al rey Gebra Lalibela que quiso levantar en este lugar otro Jerusalén en respuesta a la conquista de Tierra Santa por los musulmanes.

Este lugar es conocido por las iglesias talladas en la roca que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.  La más conocida y espectacular desde afuera es la  de Beta Giorgios, con una planta  de cruz griega y doce metros de altura. Está completamente tallada en la roca, siempre desde arriba hacia  abajo.

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Casi todas las iglesias del centro de la ciudad están conectadas por túneles y laberintos de piedra. Los interiores están bellamente tallados y decorados con antiguas pinturas que han soportado el paso de los años.

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En el interior se encuentran monjes ataviados con bellas túnicas a los que no les importa ser fotografiados para que sus imágenes puedan recorrer el mundo entero.

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De las iglesias me dirijo al mercado. Bullicio y colorido que no me puedo perder. Me acompaña Sandra y su inseparable cámara. De alguna manera quiere aprender a fluir entre esta marea humana del modo más desapercibido posible. Le enseño a integrarse con la gente, a perder el miedo a enfrentarse a los desconocidos teniendo como herramienta la cámara fotográfica. No hace falta hablar su lengua para en pocos minutos hacerte querer. Son momentos muy importantes que harán que podamos o no, gravar esa imagen que tanto buscamos.

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En uno de los chiringuitos en los que nos metemos, la gente bebe una cerveza local y casera que hacen en sus casas y que toman en latas vacías. Nos invitan a probarla y les negamos el ofrecimiento con una sonrisa.

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Acabamos de reunirnos para tomar una decisión sobre nuestro siguiente destino. Teníamos el desierto del Danakil y la ciudad de Harar. Al final, las elevadas temperaturas de casi 60 grados en esta época y lo precipitado para conseguir las autorizaciones y la escolta de militares, nos hacen decidir como objetivo la segunda opción.

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Mañana nos quedaremos a dormir en las proximidades del Danakil para asistir el lunes al que probablemente sea el mercado más impresionante de toda Etiopía.

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