CANNONBALL TO DAKAR
Los tiempos cambian y las maneras de viajar también. La CUP 180 no es una excepción. Las imágenes de las primeras ediciones de esta prueba, muestran situaciones casi al filo de lo imposible. Hombres y máquinas llegando al límite de sus posibilidades para desafiar accidentes del terreno y mostrar al mismo tiempo sus dotes de navegación.
Cannonball to Dakar representa una vuelta hacia los orígenes de las expediciones en 4×4. Una manera de lanzarse a la aventura, al descubrimiento de escenarios soñados por la mayoría de nosotros.
Preparar el vehículo para que pueda soportar el reto de superar sin dificultades los casi 10.000 kilómetros de periplo africano, informarse sobre las diferentes culturas y pueblos que aparecerán a lo largo de la ruta, dotarse de la cartografía de la región… son algunas de las tareas a las que cada equipo se ha embarcado desde hace meses.
El paso del río Guadalquivir sobre la barcaza en Coria del Río, provincia de Sevilla, representaba la imagen de lo que nos esperaba a lo largo de las próximas semanas. En pocas horas estábamos ya en África. Después de un enlace de casi 800 kilómetros, nos encontrábamos todos reunidos en Hara Oasis, en el corazón del mayor palmeral del mundo. A lo largo de la tarde, briefing, entrega de pegatinas, localizadores vía satélite, documentación… fueron preparando, bajo la atenta mirada de la fascinante montaña volcánica del Jbel Kissane, los momentos previos al inicio de nuestra aventura.
A las 7:30 a.m del 24 de noviembre se dio el pistoletazo de salida. El Valle del Draa, con el palmeral más grande del mundo, mostraba parte de la belleza que, durante décadas, cautivó a los caravaneros procedentes del África subsahariana cargados de sal, oro, especias, plumas de avestruz y esclavos.
La mecánica de la CUP 180 consiste, básicamente, en recorrer los más de 6.000 kilómetros que nos separaban de Dakar, pasando por diferentes Way Points (puntos de paso) y por los CP obligatorios (puestos de control), invirtiendo la menor distancia posible. Para conseguirlo, era muy importante trazar una buena estrategia de ruta y navegación.
No existe ningún itinerario obligatorio y cada equipo es libre de acampar o alojarse en el lugar que le parezca oportuno. Es como viajar en solitario sabiendo que ante cualquier percance estarán asistidos y localizados gracias a los aparatos vía satélite incorporados en cada vehículo antes del inicio de la aventura. Una manera de integrarse en la población local de los diferentes pueblos sin el agobio de las rutas en grupo.
Las ruinas de las antiguas kasbas aún conservan ese halo de misterio y esplendor que tuvieron durante siglos. Esculturas de barro que, poco a poco, van desapareciendo por culpa del abandono y las lluvias. De un modo casi imperceptible la tierra va perdiendo sus formas arquitectónicas para regresar al suelo del que surgió.
El primer WP tenía como objetivo la kasba museo de Beni Sbih. Una pequeña joya de la arquitectura en barro del siglo XVII. El pueblo sufrió la devastadora riada del 20 de septiembre 2024 provocando la destrucción de más de 100 casas. Nuestra presencia supuso una pequeña ayuda para contribuir al mantenimiento de un legado cultural que conviene preservar.
Estos pueblos fortificados están dispuestos en forma cuadrada o circular con un muro exterior que servía de protección. En su interior, un laberíntico entramado de túneles y pasadizos para conseguir mitigar los efectos de las tormentas de arena y las sofocantes temperaturas durante los meses de verano.
A partir de Mhamid, el gran desierto del Sáhara. Un aperitivo para lo que nos esperaba en Mauritania. Una especie de ensayo para poner a prueba la capacidad de orientación, de conducción en arena, de táctica y trabajo en equipo. Estaba claro que los participantes iban a establecer entre ellos alianzas de colaboración para superar los retos futuros.
Los primeros en circular en equipo fueron los sevillanos. Desde el día de la salida mostraron un fantástico espíritu y humor que terminó contagiándose al resto de expedicionarios. Es increíble observar como algo tan intangible puede mitigar los efectos del cansancio acumulado.
Las dunas de Chegaga y las planicies del Iriki, formaron las primeras trampas para más de un equipo. Las ratoneras de roca y arena formadas tras las últimas lluvias, han transformado el paisaje y el estado y localización de muchas de las pistas que aparecen en la cartografía. Al anochecer, dos equipos tuvieron que acampar en medio de las rocas ante la imposibilidad de encontrar la salida hacia la pista principal que les llevaría hasta el asfalto y posteriormente al CP situado en Icht.
Los kilómetros se sucedían mientras avanzábamos hacia el sur. Los WP, situados en rincones de gran belleza, mostraban algunas de las maravillas naturales escondidas a los márgenes de la autopista que llega hasta Laâyoune. En uno de ellos, situado en la parte superior de una gran falla que bordea un gigantesco lago salado, no es difícil quedarse sin aliento al observar un paisaje inesperado que aparece, como por arte de magia, mostrando un escenario casi irreal.
Guerguerat es el punto fronterizo entre Marruecos y Mauritania. Hemos recorrido más de mil kilómetros a lo largo de la costa atlántica hasta llegar al inicio del desierto mauritano, un auténtico museo natural esperando ser descubierto. Extensiones infinitas de roca, grava y arena que han formado uno de los escenarios desérticos más bellos del mundo.
Pasamos los trámites de aduana, sin casi darnos cuenta, para reunirnos en el WP de inicio de una travesía de 48 horas por el norte mauritano. A partir de ese momento, la navegación jugaría un papel importante. Sólo la espectacular imagen del paso de los dos kilómetros del tren más largo del mundo, surcando las arenas del desierto, detenían nuestra andadura para poder observar el espectáculo.
Los atardeceres del Sáhara son inolvidables. Los momentos de acampada, mientras el sol se despide en silencio, se vuelven casi espirituales. Minutos de paz y meditación después de una larga jornada. Es la hora de montar las tiendas, preparar la cena y recordar las situaciones vividas a lo largo de la etapa. Y, si además nos acompañamos de un fuego, la velada se puede alargar hasta altas horas de la madrugada.
Los WP no estaban escogidos al azar. Cada uno tenía como objetivo descubrir los rincones y lugares más interesantes a lo largo de la ruta. El ejemplo lo tenemos en las esculturas en piedra de Ben Aisha, a poca distancia de Ben Amera, el segundo monolito más grande del mundo después de Ayers Rock en Australia. Las esculturas talladas sobre bloques de granito negro fueron creadas por artistas procedentes de varios países del mundo para conmemorar el milenio en 1999
En la base de una de estas imponentes moles de roca nos esperaba Ahmed Kenkou para recibir a los participantes al mejor estilo de la tradición y cultura de los nómadas del desierto. Un momento para relajarnos bajo una tienda mauritana y disfrutar de un exquisito picnic que nos supo a gloria por lo delicioso y por lo inesperado. Ahmed Kenkou encabeza un equipo de personas que, desde un punto de vista organizativo, se ha traducido en apoyos gubernamentales y logísticos durante todos los días de recorrido por Mauritania.
Atar es la capital de la región del Adrar, probablemente la más variada y sorprendente en escenarios naturales de todo el país. Antes de abandonar la ciudad nos aprovisionamos de combustible, agua y víveres para las etapas que nos esperaban más al sur. En su centro se encuentra el mercado, un lugar de venta e intercambio de productos bajo una atmósfera que parece sacada de un cuento de Aladino.
Las siguientes 48 horas tenían como objetivo explorar la región del Adrar. Puede que haya sido la zona más complicada de navegación con sus cinco WP situados entre dunas de diferentes colores, cañones y gueltas (acumulaciones de agua entre rocas). La distancia no era el problema, más bien el acceso entre zonas de piedra, dunas y barrancos. Las lluvias de las últimas semanas habían convertido el acceso a algún WP en una auténtica trialera que no todos pudieron superar.
Desde Tidjikja continuamos rumbo sur, rumbo 180. Nos enfrentábamos a una de las regiones más inexploradas y desconocidas de Mauritania. A partir de ese momento continuamos escoltados por 20 militares mauritanos a bordo de 4 Toyotas y equipados con cascos, chalecos antibalas, fusiles y una ametralladora dispuesta sobre la caja de cada pick up. Una imagen que al primer momento generó preocupación y desasosiego pensando en que algo nos pudiera suceder. Sin embargo, con el paso del tiempo nos dimos cuenta que su cometido no era crear temor, sino todo lo contrario.
Una especie de valle de más de 100 kilómetros entre dunas al que primero había que llegar descolgándose por una falla de arena, nos internó en un lugar realmente mágico. No era solamente el grandioso paisaje, también la actividad caravanera de los nómadas que se acercaban a los pozos, auténticos meeting points del desierto. La actividad en esta especie de agujeros sagrados, nos mostraba un ritual milenario y casi divino, en el que el orden y el respeto por el agua, casi más valiosa que el oro, son la clave de la supervivencia de hombres y animales.
A partir de Kiffa nos adentramos en el África subsahariana, en la región del Sahel. Las dunas y la arena van dando paso a la conocida como sabana sudanesa. Matorrales, zonas más verdes y pantanosas, aldeas de chozas y población más oscura, nos van anunciando la llegada al río Senegal. Hemos tenido suerte de la ausencia de lluvia durante las últimas semanas, de lo contrario, puede que esta crónica la hubiese tenido que escribir entre ciénagas e insectos de todo tipo. La falta de agua está provocando multitud de incendios que arrasan con los pocos pastos que quedan para alimentar a los animales.
La persistente sequía está agotando los pozos. La población se afana en realizar agujeros en los lechos secos de los ríos para obtener algo del preciado líquido con el que sofocar la sed de los animales.
Una vez más, los mercados tradicionales de poblaciones como Kaedi o Mbout, mostraban esa fusión entre el África negra y los mauras. Lo mejor es perderse en el laberinto de los zocos, entre la muchedumbre, las luces, las sombras y el colorido que todo lo inunda.
Es increíble los continuos cambios de paisaje a lo largo de las casi dos semanas que llevábamos de ruta. Pero igual de increíble es que, después de tantos días de conducción y fatiga, el espíritu y compañerismo surgido etapa tras etapa, nos hiciera más fuertes. Ya no era tan importante el realizar menos kilómetros, sino saber que cualquier obstáculo que se nos pusiera por delante, sería superado con la ayuda de todos. A lo largo de años y expediciones, he visto que con el paso de los días, el trabajo, las dificultades y el cansancio, crispaban los ánimos convirtiendo el viaje en una auténtica tortura. Sin embargo, puede que ésta haya sido la excepción. Los duendes del desierto han estado siempre a nuestro lado.
La llegada a Diama el 5 de diciembre, aduana entre Mauritania y Senegal, supuso la despedida de los militares de escolta, ya casi como de la familia, y la entrada hacia el África Negra. Una vez más, el paso de frontera, gracias a la colaboración de nuestros pasantes de aduanas, nos permitió llegar a buena hora a nuestro camping situado en la costa junto a Saint Louis. Ahora ya sólo nos faltaba la última etapa, un recorrido de unos 120 kilómetros por la playa hasta alcanzar el objetivo de brindar nuestro final de aventura junto a la placa conmemorativa de Thierry Sabine, fundador del Paris Dakar, a orillas del lago Rosa. Un itinerario marcado por los puertos de pescadores que, a bordo de coloridas embarcaciones se lanzan a la mar para pasar toda la noche intentando conseguir una buena captura.
Antes de iniciar nuestro regreso hacia España, aprovechamos para visitar la ciudad de Saint Louis con su arquitectura colonial. Ahora es el momento de recordar todo lo vivido y agradecer a todos los participantes la fuerza y espíritu con el que han superado las dos semanas de periplo a través de algunos de los más bellos y desconocidos escenarios del norte del continente africano. También quiero agradecer su colaboración y apoyo a la Federación Mauritana de Deportes del Motor, a la Federación Mauritana de Turismo y a Ahmed Kenkou, su dedicación para conseguir el buen desarrollo de la CUP 180. La edición del 2025 ya está en marcha y las novedades os las iremos presentando a lo largo de los próximos meses.
Ya está en preparación el vídeo de la Cannonball to Dakar, imágenes que tendrán como protagonistas, no sólo a los participantes y sus vehículos, sino también a las situaciones y lugares vividos a lo largo de los 3 países recorridos durante los 15 días de prueba.