Las luces del amanecer traen de nuevo la vida a la sabana. Los primeros rayos de sol marcan el inicio de una rutina que en nada ha cambiado desde hace siglos. Al igual que en el resto de las poblaciones nómadas, los animales son el hilo conductor del quehacer diario de los Woodabe. El bienestar de éstos son claves para la supervivencia de sus familias. Los más pequeños aprenden de la escuela de la vida importantes lecciones que mantendrán unido al clan. Ellos se encargan de dar los buenos días y las buenas noches a los compañeros con los que durante horas recorrerán cientos de kilómetros en busca de pastos.
Durante la estación seca la tierra se abre y las fuerzas de todo ser vivo llega a lo indecible. Aquellos que no han podido soportar la sequía terminan sucumbiendo a las influencias y atractivos de la vida en alguna ciudad, aunque probablemente pagarán caro su debilidad. Sin embargo, los más fuertes, los que se niegan a perder su identidad, recibirán una recompensa del cielo en forma de lluvia. Un regalo celestial que adornará el paisaje con un gigantesco manto de verdor. Estos Fulani nómadas, llamados Bororo por los Fulani sedentarios debido a la relación que tienen con su ganado, son despectivamente conocidos como «aquellos que viven junto a las vacas en el campo y no se lavan». No obstante, su noción de clan inseparable, no sólo les hace superar las situaciones más difíciles, sino que también saben encontrar momentos de fiesta en los que agradecer al más allá lo mucho o poco que tienen.
Las familias viajan en pequeños grupos a lomo de sus burros transportando todas sus pertenencias. Desde nuestro campamento les vemos llegar a la zona en la que nos encontramos. Vienen dispuestos a reunirse y festejar lo que para ellos es el periodo más importante del año, vienen a celebrar su Geerewol. Es el mejor momento para encontrar amigos, para intercambiar información, pero sobre todo para seducir. Una ocasión para dejarse llevar por danzas muy sensuales en las que los jóvenes tendrán la oportunidad de cautivar a alguna mujer con la que poder contraer matrimonio.
Para esta ocasión, chicas y chicos emplean muchas horas delante de un espejo para acicalarse, maquillarse, vestirse y adornarse para estar lo más atractivos posible durante los días de fiesta y baile. Utilizan tintes naturales obtenidos de diferentes tierras de colores, o incluso el carboncillo del interior de las pilas, para obtener un negro más intenso. Los infinitos diseños de decoración facial serán una de las armas que los hombres utilizarán para conseguir seducir a las mujeres durante los bailes.
Al igual que en mi expedición con las tribus Surma de Etiopía, he decidido sentir y vivir lo que supone el ritual de maquillaje facial. No sólo por un tema estético, sino porque el hecho de hacer lo mismo que ellos permite estrechar vínculos afectivos con esta población. Un modo de integrarme con esa gente y en consecuencia, más facilidad para obtener imágenes de este momento tan especial.
Después de la sesión de maquillaje es la hora de elegir el vestuario y los adornos como brazaletes, amuletos en cuero, pequeños espejos, colgantes de todo tipo, incluso silbatos, que terminarán creando la imagen y belleza con la que han estado soñando durante un año. Las fantásticas túnicas bordadas, fabricadas por alguna de sus pretendientes o compradas en algún mercadillo, les convierten en auténticos principes. Los turbantes o gorros se dejan para el último momento. Como colofón de esta preparación, una pluma, en ocasiones de avestruz, que se colocará en la cabeza para reafirmar la virilidad de su poseedor. En su conjunto, toda la preparación supone una mezcla de estilos muy particulares, casi fashion, unido a un gran sentido del humor. El resultado es sorprendente, una especial terapia que les aparta durante algunos días de la rutina y dureza del resto del año.
Los Woodabe dan un gran valor a su aspecto exterior durante la celebración de la Geerewol. Ellos se consideran el pueblo más bello de la tierra y otorgan mucha importancia al hecho de traer al mundo bebés hermosos. En ocasiones, si un hombre no se considera lo suficientemente guapo, puede autorizar a que su mujer tenga relaciones con otro hombre más atractivo para conseguir un niño mejor dotado físicamente. En el momento del nacimiento, a los niños se les colocan unos amuletos de cuero para garantizar su virilidad y a las niñas otros de diferente diseño para asegurar su fecundidad. Las deformidades y la fealdad suelen causar problemas psicológicos a los que las poseen. Sin embargo, este pueblo considera que en esos casos, la apariencia física debe ser compensada con otros dones como el encanto personal o la capacidad de componer, cantar o recitar poesías.
Durante el resto del año los Woodabe se vestirán de un modo normal, teniendo como únicos adornos algunos talismanes como medio de protección. A pesar de ser musulmanes, este pueblo sigue creyendo en espíritus maléficos, de ahí la utilización de amuletos. En el caso de las mujeres, además de los adornos, los peinados cobran una especial importancia, una especie de culminación a su expresión artística corporal. Los estilos son muy variados, aunque el moño frontal es muy característico de esta tribu. Algunos musulmanes puristas dicen que ese moño impide practicar la oración tradicional ya que al postrarse en el suelo el moño impide tocarlo con la frente. El cabello se lo trenzan y embadurnan con aceite de palma o mantequilla. Para finalizar, se cuelgan en el pelo una rica variedad de objetos como pendientes, monedas o anillos. En muchos casos, las chicas se afeitan la cabeza en los laterales para conseguir una apariencia de rostro alargado, una manera más de sentirse bellas. A lo largo de la estación seca y mientras se desplazan de campamento a campamento, las féminas van tejiendo bordados, fabricando blusas y coleccionando diversos objetos comprados en los mercados como preparación para la próxima Geerewol.
Las mujeres más pobres sienten también la obligación de decorarse, aunque en este caso el oro, la plata , el coral, el ámbar o las piedras preciosas, terminan siendo sustituidos por materiales de plástico, cristal o monedas de metal. Incluso un simple pañuelo puede ayudar a realzar la belleza de quien lo porta. Desde la entrada del islam en estos pueblos, las mujeres y los hombres llevan colgados pequeños estuches de cuero en los que se guardan versículos del Corán, que también son empleados como elementos decorativos y de protección.
Los tatuajes y escarificaciones en la piel son otro de los signos distintivos de los Woodabe. Tanto hombres como mujeres los llevan desde edades muy tempranas y sirven, además de para embellecer, para distinguir al grupo tribal al que pertenecen. También son utilizados como protección contra el mal de ojo.
Durante la Geerewol la decoración corporal es tan llamativa que en muchas ocasiones es difícil saber el sexo de la persona que tenemos delante. El hombre de la fotografía que viene a continuación tiene rasgos femeninos, pero eso no es un problema a la hora de intentar llamar la atención a las chicas por las que tendrá que competir.
Los hombres ya comienzan a aparecer en medio del verdor de la sabana. Las chicas pueden por fin disfrutar de la visión de los que podrán ser sus futuros maridos. Disfrutarán de casi tres días de bailes, músicas y escenificaciones al mejor estilo teatral, para elegir a su compañero. El estereotipo físico de belleza se encuentra en hombres altos y esbeltos con narices largas y delgadas, y dentadura y ojos muy blancos.
La luna llena parece anunciar el inicio del espectáculo. Poco a poco, los pretendientes dejan sus pequeños refugios provisionales bajo los árboles para dirigirse al escenario en el que iniciarán un ritual de bailes y cánticos que se continuará a lo largo de toda la noche y que les permitirá mostrar todos sus encantos.
Compiten para atraer la atención de las jóvenes que les observan hacer muecas, excéntricos movimientos oculares y trepidantes sacudidas de cuerpo. Al mismo tiempo, ellas se reúnen y forman un corro para poder disfrutar con las escenificaciones de los improvisados actores. Los chicos toman una especie de brebaje estimulante compuesto de polvos de corteza de diferentes plantas que les ayudarán a retrasar la fatiga a lo largo de la noche que les espera. Algunos terminan entrando en trance y son separados del grupo.
Se tambalean de un lado a otro de puntillas, giran las cabezas y hacen extraños movimientos con los labios para enseñar la blanca dentadura. Los globos oculares giran en circulo enfatizando aún más el efecto y dramatismo.
A diferencia de ellos, que parecen no conocer la fatiga, a primera hora de la madrugada sucumbo en el interior de mi tienda. Han sido muchas horas de tensión intentando capturar imágenes de todo lo que iba aconteciendo. La música no ha cesado durante toda la noche y ya está amaneciendo cuando vuelvo a salir de mi letargo. Iluminados por las linternas de muchos de los presentes y la del jefe de orquesta, una especie de director de escena que coloca a los bailarines en un determinado orden, la visión que me encuentro es casi irreal. Un espectacular cielo enrojecido por los primeros rayos de sol contrasta con oscuras y tenebrosas nubes. Un sobrecogedor telón de fondo para actores cuya expresión parece proceder de un más allá.
Al poco tiempo de amanecer y después de una larga noche de danzas, las chicas pueden elegir al hombre que encuentran más atractivo, para posteriormente desaparecer de un modo discreto a lo más apartado de la sabana. Los Woodabe son polígamos, pero sólo su primer matrimonio está concertado por la familia, los siguientes son espontáneos y casi siempre fruto de la celebración de la Geerewol. Las dos chicas de la imagen, ocultas bajo una tela azul, están a punto de escoger a su futura compañía.
Después de tantas horas de bailes y cánticos, aquellos que no han sido seleccionados por las chicas muestran los signos del cansancio. A pesar de los estimulantes que han ido tomando durante las últimas 24 horas, los ojos muestran el esfuerzo de la primera noche. Enrojecidos por la dilatación de los vasos sanguíneos, el aspecto que ahora presentan los chicos es impactante. Lo único que puedo hacer es administrarles colirio para que les calme un poco las molestias. No pasan ni 5 minutos después de tratar al primero, y ya tengo una cola guardando su turno. El campamento se convierte así en un improvisado dispensario. No sé muy bien si lo que más desean con las gotas que les estoy poniendo es apaciguar las molestias, o que sus ojos vuelvan a mostrar el blanco reluciente para poder optar nuevamente a ser elegidos como amantes al finalizar la segunda noche.
Las hogueras matinales reaniman a los que empiezan a sentir el ambiente fresco del amanecer, sobre todo cuando se paran a descansar después de tanto esfuerzo y energía gastada. Personalmente me siento muy satisfecho por la experiencia vivida en tan pocos días. Desde hace muchos años, poder asistir a una verdadera y auténtica Geerewol, ha sido uno de mis grandes objetivos. En el año 2018 a punto estuve de viajar a Niger para presenciar la fiesta Geerewol más famosa. Algunos conocidos de la embajada española en Niamey me convencieron para no viajar a esa zona del país. Ya conocía la tensa y delicada situación del norte de Niger, por lo que preferí no forzar la situación y quedarme quieto. Parece que el destino me estaba reservando la oportunidad que buscaba. No es nada fácil coincidir con una Geerewol organizada por ellos y de un modo espontaneo sin estar preparada o contratada. La fiesta que me perdí en el 2018 seguro que fue todo un espectáculo, pero fue planificada por el gobierno nigerino para recrear a los asistentes. Mis sueños Bororo se han cumplido y mi segunda incursión en Chad me ha hecho ver que no será la última. La colaboración de Adolfo Guasti, y su pasión por este territorio, han sido vitales para que todo fluyera en la dirección deseada. Tampoco puedo dejar sin nombrar a Jesús Ibañez, mi compañero de aventuras, que creyó en mi intuición de no anular el viaje a pesar de que todas las informaciones que nos llegaban invitaban a quedarse en casa. En dos días estaré regresando de nuevo a España para intentar hacer realidad otro gran sueño, convivir con los nómadas cazadores con águilas en las montañas del oeste de Mongolia.