Han pasado seis años desde que tomé la primera fotografía a Said en una remota aldea del valle de la Tazaoute. El tiempo no pasa desapercibido para nadie, y menos para un pueblo que tiene que enfrentarse en su vida diaria a una naturaleza que no permite el descanso. Sin embargo, lo que no ha cambiado, lo que me llamó la atención cuando lo encontré por primera vez, son sus ojos. Azules y de mirada profunda, Said se sale del estereotipo de los hombres morenos de la mayoría de los habitantes del norte de África.
Pero, ¿de dónde proceden esos ojos claros y esas cabelleras rubias que tanto nos llaman la atención entre la población de la cordillera del Atlas? Según los científicos, el origen habría que buscarlo en la zona del norte de Europa entre 6.000 y 10.000 años atrás. La mutación de un solo gen y en un único individuo, parece ser la culpable de la aparición de los ojos claros. Hasta entonces, todos los hombres tenían los ojos marrones, pero en esa mutación se perdió la capacidad para producir melanina, responsable del color marrón en el iris de los ojos.
Los historiadores afirman que los pueblos cristianos vándalos de origen germánico que habitaban las orillas del Báltico, sobre el año 400 dC llegaron a la Galia y a la península Ibérica. Posteriormente, en el año 429 dC, unos 15.000 guerreros cruzaron al norte de África y conquistaron toda la costa mediterránea. Sin embargo, este dominio no duro más de un siglo y, en el año 534 dC, el imperio vándalo cayó en manos de los bizantinos. La invasión bizantina los obligó a retirarse hacia el interior, en concreto hacia las montañas del Atlas. Fruto de esa mezcla de vándalos, gran parte rubios y de ojos claros, con los bereberes, surgieron descendientes con genes germánicos. Esos genes se fueron perpetuando de generación en generación, de ahí la existencia de personajes como nuestro amigo Said.
Siguiendo el rastro a esos genes que han recorrido el norte de África y el sur de Europa, se puede llegar a la conclusión de la existencia de una estrecha relación y origen común entre los antiguos pueblos íberos y los bereberes. Los últimos estudios científicos confirman la existencia de genes específicos comunes entre Ibéricos y norteafricanos. Y, curiosamente, esos estudios han demostrado que los vascos son el pueblo de España en el que más predominan los genes de los antiguos pueblos norteafricanos blancos de los que descienden los bereberes. Todo eso sin olvidar que los pueblos guanches de las islas canarias eran también bereberes.
Otros estudios ponen igualmente en relación las pinturas rupestres más antiguas del mundo, encontradas en tres cuevas de España (La Pasiega, Maltravieso y Ardales) y pintadas hace no menos de 64.000 años, con el descubrimiento hace pocos años en Marruecos de los restos de cinco Homo Sapiens, de unos 300.000 años de antigüedad. Estos restos fueron encontrados en la montaña del Jbel Irhoud (50 kilómetros al sudeste de Safi). Con todos estos datos, se puede afirmar que la especie a la que todos pertenecemos surgió en África hace unos 300.000 años.
Muchos pudieran pensar que localizar el origen de la humanidad en medio del desierto del Sáhara es un absurdo, pero si miramos los grabados rupestres del neolítico encontrados en el norte de África y, concretamente en el sur de Marruecos, la cosa cambia. Una muestra de que lo que ahora son interminables extensiones áridas de piedras, grava y arena, antes eran verdes y fértiles tierras pobladas por elefantes, rinocerontes, jirafas y avestruces, entre otros.
Una prueba viviente de la fauna residual de hace miles de años la pude fotografiar en el 2018 entre dunas, en medio del desierto mauritano. Una población aislada de entre 6 y 8 cocodrilos, que han sobrevivido en libertad gracias a la falta de la presión humana que los hubiera hecho desaparecer en cualquier otro lugar. El desconocimiento general de su existencia y la difícil ubicación en la que se encuentran, han sido la clave de esa especie de milagro de la naturaleza.
El posicionamiento del Sáhara entre los pueblos blancos y negros, confiere a la zona una enorme pluralidad racial, por lo que no se puede afirmar que todos los bereberes sean blancos. La diversidad física es evidente desde un punto de vista de la morfología y la pigmentación. Se puede distinguir entre los pueblos blancos que habitaron al borde de la costa mediterránea, y aquellos negroides que vivían al sur del Atlas y en las zonas presaharianas. En la actualidad, cuando se viaja por los valles desérticos como el del río Draa, observamos esa dualidad racial en la que la proporción negroide va siendo más acusada conforme se desciende hacia el sur.
No existe un acuerdo histórico sobre el origen de los bereberes. Hay una gran ambigüedad de opiniones que no permiten una rotunda afirmación sobre el origen real de este grupo humano. Para el historiador Ibn Khaldoun (siglo XIV), la raíz árabe de la palabra bereber significa mezcla de gritos ininteligibles y se refiere a las poblaciones de África del norte. Sin embargo, para otros, procede del berberus romano, vocablo utilizado por los ciudadanos de las urbes romanas para designar a los indígenas. Entre los siglos del III al V, algunos hebreos y cristianos como San Agustín, relacionaban los orígenes de los bereberes con los cananeos (habitantes de Canaán, lo que ahora es Palestina y el valle del Jordán). En cualquier caso, normalmente se considera al bereber como el habitante original del Magreb, oponiéndolo al árabe, que fue un invasor que llegó al norte de África en el siglo VII.
A lo largo de los años, esa mezcla de los árabes con la población bereber, ha hecho que cada vez sea más difícil, sobre todo en las zonas más urbanas, establecer una línea entre ambos grupos. A rasgos generales, podemos decir que el bereber es más un elemento lingüístico, por lo que aquellos que lo hablan y lo tienen como lengua materna se les considera bereberes. Marruecos es el país de África del norte con mayor proporción de berbero parlantes, seguido en orden porcentual por Argelia, Níger, Mali, Libia, Mauritania, Egipto y Túnez. La diversidad orográfica de Marruecos ha sido en gran medida la responsable de preservar una cultura milenaria que nos transporta hasta los rincones más extraordinarios de la que pudiera ser la cuna de la humanidad.