Nuevamente de regreso a la ciudad de Teherán, una urbe de más de 15 millones de personas en el que circular y moverse se convierte en un acto de resignación para sus habitantes. Sólo de madrugada es posible acceder de un punto a otro sin verse atrapado por un caos circulatorio que te retiene sin posibilidad de escapatoria. Llego por la tarde al aeropuerto doméstico procedente de Bandar Abbas y en pocas horas tendré que ir al aeropuerto internacional situado a más de 30 kilómetros del centro. No me quiero marchar sin ver algo característico de la ciudad. Para ir al Gran Bazar de Teherán es ya demasiado tarde. Para cuando quiera llegar y, más en pleno Ramadán, ya estará cerrado. Me sugieren coger un taxi para visitar la plaza de Tajrish con su bazar y mezquita.
El transporte público, al igual que en cualquier ciudad del mundo, moviliza a masas de gente en busca de un lugar de esparcimiento, ocio, comunicación o información de cualquier tipo. Y en este país, qué mejor lugar que el Bazar? Aquí se gestan y urden movimientos y fuerza sociales capaces de cambiar gobiernos. Los bazaríes de Teherán fueron los que fletaron un avión para devolver a Jomeini a Irán. Es una fuerza invisible pero real. Entre estas laberínticas callejuelas se gestó la revolución islámica de Irán y probablemente se esté madurando el futuro de un pueblo que quiere dar la espalda a décadas de turbulencias y conflictos.
Como en cualquier mercado, todo se compra y todo se vende. Muchos de los objetos de deseo se adquieren y se lucen en la intimidad, en el núcleo familiar o de amigos. En la calle, la religión chiita marca unas normas de conducta que pueden o no ser aceptadas o entendidas, pero que son de obligatorio cumplimiento. Lo que si es cierto, es que el pueblo iraní tiende la mano a cualquier persona que los visite. Desde la llegada al aeropuerto de Teherán hace seis días, no he dejado de recibir muestras de afecto. Un pueblo hospitalario capaz de ayudar al visitante sin importarle su procedencia.
Para comprender la vida de este Bazar baste entender un antiguo dicho persa que dice: «Allí puedes encontrar cualquier cosa, desde la leche de pollo hasta el alma de un humano.» Una frase que apunta la variedad de productos que se pueden adquirir en este espacio. Situado al borde de las nevadas montañas al norte de la ciudad, es el lugar de compras preferido por muchos debido a la limpieza del aire en esta zona.
Después de visitar la mezquita de Imamzadeh Saleh, un bello ejemplo de los santuarios chiitas de Irán, echo un último vistazo a la plaza del interior del bazar. Quiero que el resplandeciente caleidoscopio de ardientes colores y el griterío de los vendedores ofreciendo sus productos al atardecer, inunden mis sentidos de experiencias y sensaciones que espero guardar en mi interior. Han sido dos horas de un delicioso «dejarme llevar» por los pasadizos y rincones del bazar. No he salido aún de Irán y mi cabeza ya ha comenzado a bullir con nuevos proyectos que me permitan descubrir las zonas menos exploradas y conocidas de este fantástico país.