Tetera en el Alto Atlas. Marruecos

Té en el desierto. Marruecos

Antes de que caiga la noche, los camelleros han de descargar a los animales, montar las tiendas y encender el fuego. Las brasas servirán para iluminar un momento casi mágico, para cocinar y hacer el pan, y para calentar el agua con el que se preparará el té. El brillo de las estrellas del firmamento hará el resto. Ahora sólo falta dejar volar nuestra imaginación y escuchar las historias narradas por los hombres libres de las arenas.

Té en jaima del Atlas. Marruecos

Las brasas de la noche todavía guardan el calor. Hay que avivar el fuego e iniciar una rutina que no ha cambiado con el paso de los siglos. La tetera, ennegrecida por el hollín producido por cientos de horas sobre las llamas, se dispone a calentar el agua para el té. Ha sido una noche muy fría sobre las alturas de la cordillera del Alto Atlas. Las mujeres, que se han levantado muy temprano para organizar a los animales, han traído romero y otras hierbas para mezclar en la infusión.

Té en moussem Imilchil. Marruecos

Mahamoud se dispone a iniciar el cotidiano ritual del té antes de levantar la tienda, cargarla sobre las mulas y seguir su camino a través de las montañas del corazón del Alto Atlas. No conduce animales, como la mayoría de los nómadas de la región. Hace varios días abandonó su hogar para dirigirse al mercado de Imilchil en busca de objetos y provisiones a buen precio. Tomar un té y charlar con los vecinos de tiendas, sirve de pretexto para ponerse al día sobre las últimas noticias ocurridas en la vida de la región.

Preparando el fuego del té. Marruecos

Fuego y teteras van siempre unidos, son indisociables y lo seguirán siendo mientras la tradición y cultura de los pueblos de Marruecos no se vea desbancada por el imparable avance de una globalización que tiende a hacernos a todos iguales. El ritual, que no ha variado con el paso del tiempo, es una forma de hacer participes a los miembros de una familia en una tarea que tendrá como final el poder sentar a todos juntos con un vaso de té en la mano.

Khalifa y el té. Marruecos

El té posee unas propiedades estimulantes que ayudan a mantenerse despierto y en actividad para realizar las tareas. Pero también tiene otras propiedades: astringente; hidratante; diurético; elevado contenido en flúor; evita la formación de coágulos en la sangre; regula los niveles de colesterol; antioxidante, por lo que retrasa el proceso de envejecimiento.

Té en la kasba. Marruecos

No me conocen de nada y, sin embargo, me han abierto las puertas de la casa. No hablan francés, por lo que no me puedo comunicar con ellos. Me invitan a sentarme sobre los tapices mientras se disponen a preparar el té. Una cortesía y hospitalidad con la que me quieren agasajar. Mi sonrisa y lenguaje corporal compensan mi escaso vocabulario de árabe. Realmente no hace falta mucho más. El momento invita al descanso y a la relajación.

Té en casa señor CD. Marruecos

Estoy en un pueblo perdido al sur del valle del Draa. La inusual fachada de una casa, me obliga a parar e intentar descubrir qué es lo que se esconde en su interior. De la puerta entreabierta, salen destellos y brillos que más parecen de una nave espacial que de una modesta casa de barro.  Su anciano propietario, que ha visto mi cara de sorpresa, me invita a entrar y sentarme mientras me prepara el té. Las paredes están completamente cubiertas de CDs, de ahí los brillos. Nada que ver con respecto a las casas y situaciones vividas hasta entonces en las viviendas de Marruecos. Sin embargo, hay algo que no varía: las teteras, los vasitos, el fogón de gas, la mesita baja, los cacahuetes y la hospitalidad.

La señora y el hijo. Marruecos

Los niños lo han aprendido de los mayores. De generación en generación, el ritual y elaboración es siempre la misma. Nadie te sabe decir cuáles son los orígenes de la tradición del té en Marruecos, ya que el país no es productor y tiene que importar de China. Se dice que fue la reina de Inglaterra la que fomentó el consumo del té entre la clase social alta de Marruecos en el siglo XVIII. A partir de ese momento, la costumbre se expandió por todo el Magreb. Cierto o no, esa hierba ya forma parte de la vida de la población del norte de África.

Té en casa de Samira. Marruecos

La elaboración y preparación del té forma parte de un ritual en el que lo único que no hay que tener es prisa. Primero se calienta el agua en una tetera grande. Después se vierte parte de esa agua en ebullición a otra tetera más pequeña en la que ya se ha echado el té verde para poder lavarlo. El agua sucia se tira y se vuelve a añadir agua caliente y unos terrones grandes de azúcar. La pequeña tetera se pone a fuego lento durante unos cinco minutos hasta que la infusión está lista para servir. El anfitrión probará unos sorbos para saber si está al gusto de azúcar y verterá el té, vaso por vaso desde una altura para ofrecer a los allí presentes. Esta operación se realizará tres veces, por lo que los invitados tendrán que tomar tres vasos de té. Al final, hay que calcular una hora para disfrutar de todo el protocolo.

Té en Jmaa Fna. Marruecos

Desde las arenas del desierto he llegado a la plaza de Jemaa El Fna de Marrakech, antiguo lugar de destino de las caravanas que llegaban con mercancías desde el África subsahariana cargadas de productos para vender en esta ciudad y en los mercados de Fez. Junto a esta plaza y, ajenos al trajín del turismo, se esconden pequeños chiringuitos en los que las transacciones y acuerdos mercantiles se siguen haciendo como antaño, junto a una tetera y unos vasos de té. Afortunadamente, los Whatsapp aún no han podido sustituir una relación humana basada en el contacto y la comunicación cara a cara.

 

 

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